miércoles, 3 de junio de 2009

VIOLETA PARRA, ARTISTA COMPROMETIDA CON EL PUEBLO


Iván Ljubetic Vargas, historiador y escritor.

Violeta del Carmen Parra Sandoval, nació en San Carlos de Itihue, en la calle Montaña, frente a la Plaza de Armas, el 4 de octubre de 1917.
Hilda su hermana mayor, compositora, intérprete y profesora de folclore, relata: “En ese pueblito nacimos las dos y ahí nos fuimos a Chillán... Parece que como mi padre era profesor, en ese tiempo andábamos p’arriba y p’abajo. Un profesor ganaba apenas para mantener la casa. Entonces trabajaba mi papá de profesor y mi mamá ayudaba en las costuras”

UNA DIFÍCIL NIÑEZ

Clara Sandoval, madre de Violeta, mujer de origen campesino, relata: “Me parece que tenía tres años la Violeta cuando nos vinimos a Santiago. Fue por un tiempo no más, porque después volvimos al sur, a Lautaro, cuando mi marido fue nombrado profesor en el Regimiento Andino Número 4. Íbamos en el tren nosotros y la niña recibió la infección... Yo no sabía qué era, porque se hinchó tanto... Por suerte llevábamos frazadas y la envolví bien, así nadie se dio cuenta”.
Hilda agrega: “Mi mamá dice que la Violeta era bien bonita hasta que esa maldita peste (la viruela) le marcó la cara”.

Eran los años de la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931) y la represión también alcanzó la casa de los Parra. El padre, como muchos otros profesores, fue exonerado de su puesto de trabajo. Aplastado por la cesantía, se dedicó a beber y abandonó la familia. Entonces, la madre debió cargar con toda la responsabilidad del hogar. La situación era muy mala.

SUS PRIMEROS CONTACTOS CON EL FOLCLORE

Su hermana Hilda recuerda: “... De cabros chicos, como a la edad e cinco o seis años, viajábamos al campo donde las Aguilera. Eso queda al ladito del Huape, en una parte que se llama Malloa. Las Aguilera eran muy buenas primas, tenían buena situación y a nosotros nos querían... ¡Cómo lo pasábamos de bien allá! Siempre estábamos con ellas. Allá la Violeta aprendió sus primeras canciones folclóricas auténticas; con esta misma familia. Y con mi mamá también cantaba, porque ella era la folclorista, entonces allí se completó todo el folclore, con la familia, amigas, tías y las chiquillas Aguilera”.

En una entrevista realizada en 1958, relató Violeta: “Mi padre, aunque profesor primario, era el mejor folclorista de la región y lo invitaban mucho a todas las fiestas. Mi madre cantaba las hermosas canciones campesinas mientras trabajaba frente a la máquina de coser.
Aunque mi padre no quería que sus hijos cantaran –cundo salía de la casa escondía la guitarra bajo llave- yo descubrí que era ene l cajón de la máquina de mi madre donde la guardaba y se la robé. Tenía siete años. Me había fijado cómo él hacía las posturas y aunque la guitarra era demasiado grande para mí y tenía que apoyarla en el suelo, comencé a cantar despacito las canciones que escuchaba a los grandes. Un día mi madre me oyó, no podía creer que fuera yo”.

GANÁNDOSE LA VIDA CON EL CANTO

Hilda cuenta: “Cuando murió mi papá, nos dedicamos de lleno a la pura guitarra. Y a vivir, porque teníamos que vivir. Mi mamá quedó con la tremenda parvá, todos éramos chicos, y pucha que era difícil la vida para criar todos esos niños. Ella se amanecía cosiendo, despertaba y seguía cosiendo para poder alimentar a tanta boca y educar a Nicanor, por lo menos para educar uno bien. Entonces los demás nos íbamos quedando atrás. Nos íbamos arreglando solos, con las guitarras. Teníamos la garganta y las manos. Eso era todo. Entonces conseguíamos una guitarra prestada por ahí y nos arrancábamos con ella... Una de las primeras que salió a tocar la guitarra fue la Violeta. Después íbamos las dos. Y así a medida que íbamos creciendo... Íbamos de pueblo en pueblo, cantando de calle en calle, en los trenes, en dónde nos encontrábamos por ahí. La gente nos veía con la guitarra, nos hacía cantar, nos pagaba y así nosotros partíamos felices con lo poco y ná que ganábamos”.
La madre relata: “A la Violeta le iba muy bien, porque cantaba muy bonito, tenía una voz clarita. Y la querían mucho. Si la invitaban a una casa y le ofrecían pan y o queso. Sí, gracias –decía- pero también tengo que llevarle a mis hermanitos. Era muy vivaracha”.

Roberto Parra (el “tío Roberto”), hermano de Violeta, folclorista, maestro de construcción y compositor de cuecas, recuerda: “Ella salía con su guitarra y con un canasto. El canasto lo traía lleno... Venía de todo: chancho, toronjil, frutas, qué sé yo.”

EN SANTIAGO


Violeta tenía doce años cuando compuso sus primeras canciones, acompañándose de la guitarra. Unos dos años después se fue a Santiago.
Hilda cuenta: “Ahí debe haber tenido la Violeta unos 14 o 15 años. A lo mejor tenía más o menos, no me acuerdo muy bien. Lo cierto es que ella se fue a Santiago y yo me quedé en Linares... Nosotros habíamos salido de la casa sin discusión, sin conversación, sin nada. Nosotros le dijimos: ‘mamá, vamos a ir a trabajar’. Y punto. Así fue. Volvimos más”.
Poco después toda la familia se trasladó a Santiago. Allí, otra vez junto a su hermana Hilda, Violeta cantaba para poder vivir.
Los comienzos fueron muy difíciles. Violeta lo evoca en una de sus décimas:

“Ayer, buscando trabajo,
llamé a una puerta de fierro,
como si yo fuera un perro
me miran de arrib’abajo,
con promesas de destajo
me han hecho volver cien veces,
como si gusto les diese
al verme solicitar;
muy caro me hacen pagar
el pan que me pertenece”.

Hilda dice: “Nosotros teníamos que ganarnos la vida de alguna forma. Y en esa época no era muy fácil, sobre todo que lo único que sabíamos era cantar. Total, nos fuimos metiendo por donde se pudiera. Y así llegamos al sector de Matucana. Cantábamos en La Popular, en El Tordo Azul, que era un negocito chico, y en varios boliches de por ahí alrededor”.

SU PRIMER MATRIMONIO


Precisamente fue en uno de esos boliches donde Violeta conoció a Luis Cereceda, obrero ferroviario, su primer marido y padre de Isabel y Ángel Parra.
Violeta escribió en una de sus décimas:

“Anoto en mi triste diario:
Restaurán El Tordo Azul;
allí conocí un gandul
de profesión ferroviario;
me jura por el rosario
casorio y amor eterno;
me lleva muy dulce y tierno
atá con una libreta
y condenó a esta Violeta
por diez años de infierno”.

Por su parte, Luis Cereceda, explica: “Si pensar que éramos bien niños... ella tenía 19 años y yo 18. Era por año 37 y ella cantaba con Hilda y el Lalo en negocios de Matucana, al llegar a Mapocho. Yo trabajaba al frente: ahí estaba la maestranza de ferrocarriles, donde yo era maquinista. Y entonces íbamos mucho ahí y por ahí nos empezamos a tratar... Al poco tiempo nos casamos... Primero estuvimos viviendo en Santiago como dos años. Ahí nació la Chabelita, por el año 38. Fue el mismo año en que subió a la Presidencia don Pedro Aguirre Cerda, con el Frente Popular”.

ACTIVIDAD POLÍTICA


El hambre y los sufrimientos vividos se transformaron en Violeta en conciencia política. Se rebeló contra las injusticias, pero no se quedó en eso, participó en la lucha por terminar con ellas.
Ya durante el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda actuó junto al Partido Comunista.
Luis Cereceda entrega su testimonio: “Al poco tiempo de estar en Santiago (vivieron algunos meses en Valparaíso), fue cuando ella comenzó a dedicarse más a la política.
Hacía tiempo que yo tenía un vecino en el Partido, y como ya ellos la conocían entonces la invitaron y ella comenzó a colaborar en los actos culturales. En 1946 nosotros trabajamos muchísimo para la candidatura de González Videla. Hasta pusimos una Secretaría de González Videla ahí en la casa y ella por su cuenta formó un Comité de Dueñas de Casa en la calle Andes. Claro que no nos imaginábamos la gran traición que iba a venir después”.
El Tío Roberto agrega: “Cuando triunfó Videla en las elecciones hubo fiestas, alegría y celebraciones en las calles, en todas partes, como con Allende. Nosotros estuvimos también en una celebración y allí ella cantó y recitó un poema muy largo, dirigido al Presidente, donde le decía que al pueblo no se le puede engañar. Total que ahí pintaba clarito lo que iba a pasar... Bueno, este compromiso de ella era también una forma más de allegarse al pueblo Después no supe yo que siguiera trabajando para el Partido, pero colaboraba con ellos. Esa fue su línea política. Siempre.”

SIGUE CANTANDO


En 1948 Violeta se separó de Luis Cereceda. Fue un golpe muy duro para ella. Sólo se repuso gracias al apoyo de sus familiares.
Violeta volvió a cantar. Y lo hizo nuevamente junto con Hilda, quien recuerda esos tiempos así:
“Recorríamos todo. Comenzábamos con el boliche más chico y terminábamos con el más grande. Siempre cantando lo que estaba más de moda en esos años. Todavía no éramos profesionales, cantábamos de todo. Éramos muy bien recibidas, fuimos formando nombre, después de andar mucho tiempo juntas acordamos formar un dúo. De ahí nacieron las hermanas Parra... Después comenzamos a grabar en RCA Víctor.”
Lautaro Parra, el menor de los hermanos de Violeta, dirigente y fundador del Sindicato Circense, evoca esos años: “Había un programa en Radio Corporación, ‘Fiesta Linda’ o algo así, y ahí iban ellas a cantar de vez en cuando. Esas fueron sus primeras actuaciones en radio. Tenían un dúo pero la Violeta también actuaba como solista”.
En 1949, Violeta se casó por segunda vez. Su nuevo esposo, Luis Arce, era mueblista y tenor de ópera. Tuvieron dos hijas Carmen Luisa y Rosita Clara, ésta falleció de pulmonía al poco tiempo.
Luis Arce recuerda: “Por ahí por el año 1952, formamos una Compañía. Se llamaba ’Estampas de América’. La Violeta era la directora, o sea la persona fuerte que tenía el dinero. Ella mismo hizo los telones, porque había que tener telón de fondo, telón de boca, todo eso. Con esa Compañía salimos de gira y recorrimos todo el Norte”
En 1953 terminó el dúo de las hermanas Parra.

RECOPILANDO EL FOLCLORE


Ese mismo año comenzó Violeta su difícil y valiosa labor de recopilación de antiguas creaciones. Sobre ello, escribió: “Cuando me iba a imaginar yo al salir a recopilar mi primera canción a la comuna de Barrancas, un día del año 1953, iba a aprender que Chile es el mejor libro de folclore que se haya escrito. Cuando aparecí en la comuna de Barrancas a conversar con doña Rosa Lorca me pareció abrir ese libro.”
Por su parte, doña Rosa Lorca, cantora campesina de la zona de San Fernando, cuenta así su primer encuentro con Violeta: “Hacía tiempo que yo había llegado del sur y le arrendaba a la señora Clara (la madre de Violeta), ahí en el Restaurant El Sauce que llamaban. Entonces salía yo, tomaba té y me hacía debajo de unos ciruelos para lavar y me ponía a cantar, sola, lavando y cantando. Y ella venía al restaurant ahí, donde la mamá, y me escuchó los cantos.
- Señora Rosita –me dijo- ¿Nos vamos a tomar una maltita?
- Ya pues Violetita.
Y nos fuimos al restaurante. Ahí arregló una mesa y nos pusimos a conversar...”
Violeta le pidió la letra y la música de las canciones. Otro día le solicitó que le diera dichos que conocía. Todo lo anotaba en un cuaderno.
Tuvieron un nuevo encuentro.. Doña Rosa lo recuerda así: “Allí encima del mostrador puso un maletín. ¿Qué sabía yo? Entonces nos pusimos a conversar y a tomar malta, yo cómo me reiría, si soy más buena pá reír... pero yo no sabía que tenía esa máquina ahí.
-‘Rosita, cántame una cueca’ Y yo se la canto... Pero antes de irme del Sauce llega ella y le hace algo a la maleta y salgo yo: ja, ja, ja. ¡Cantando y gritando ahí! ¡Me grabó todo lo que hablé! Así que la tiro llegó toda la gente a arrimarse ahí porque querían cantar, todos querían meterse en eso”.

CONQUISTANDO LA MERECIDA FAMA


Violeta, incansable, recorrió el país, trabajando con Isabel y Ángel en circos y teatros, y recopilando la música campesina chilena. Fue también en el año 1953, cuando empezó a reconocerse el verdadero valor de Violeta. Gran importancia tuvo para ello un recital dado en casa de Pablo Neruda. Después de él, Radio Chilena le contrató una serie de programas que la lanzaron a la primera línea del arte folclore del país.
En 1954 obtuvo el Premio Caupolicán, otorgado a la folclorista del año.
Viajó a Europa, donde participó como invitada, en el V Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, efectuado en Varsovia, capital de Polonia, en julio-agosto de 1955, al cual concurrieron 31 mil jóvenes procedentes de 114 países. Después visitó la Unión Soviética. Durante dos años residió en París, donde grabó sus primeros discos.
Regresó a Chile en 1956. Un año después se trasladó a Concepción, donde fundó y dirigió el Museo de Arte Popular. Grabó en esa ciudad nuevos discos y continuó con su labor de recopilación del folclore.

INICIA SUS CANCIONES COMPROMETIDAS


En 1958 llegó de nuevo a Santiago. Y fue ese año cuando comenzó a pintar y hacer tapices. Además, dio recitales por todo el país y creó hermosas canciones con contenido social. Una de ellas fue el trote “Arriba quemando el sol”, donde denuncia la explotación de los mineros del norte chileno. Violeta cuenta que:

“Cuando fui para la pampa
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió...”

La sensible artista constató que allá en la pampa, los explotadores

“Enterraron la justicia,
enterraron la razón”.


En 1960, una larga enfermedad obligó a Violeta a permanecer varios meses en cama. Fue entonces cuando se inició como arpillerista, inventando materiales y técnica para ello.
Ese mismo año conoció la músico suizo Gilbert Favre, estudioso del folclore sudamericano, del cual Violeta se enamoró.
Fue también en 1960 cuando compuso bellas canciones con contenido político. Una de ella es “Yo canto la diferencia”. En ella, Violeta expuso su posición de artista comprometida con el pueblo y la justicia:

“Yo canto a la chillaneja
si tengo que decir algo
y no tomo la guitarra
por conseguir un aplauso.
Yo canto la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso.
De lo contrario no canto.
“Si yo levanto mi grito
no es tan sólo por gritar.
Perdóneme el auditorio
si ofende mi claridad”


Otra canción creada en 1960 fue “Porque los pobres no tienen”. En ella dice::

“El cielo tiene las riendas,
la tierra y el capital,
y a los soldados del ‘Papa’
les llena bien el morral,
y al que trabaja le meten
la gloria como un bozal, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!

“Para seguir la mentira,
lo llama su confesor,
le dice que Dios no quiere
ninguna revolución,
ni pliego ni sindicato,
que ofende su corazón, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita
!

En 1961 compuso la sirilla “Según el favor del viento”, donde pinta la dura vida del habitante de Chiloé:

“No es vida la del chilote,
no tiene letra ni pleito,
tamango llevan sus pies,
milcao y ají su cuerpo,
pellín para calentarse,
del frío de los gobiernos, llorando estoy,
que le quebrantan los huesos, me voy, me voy.

Despierte el hombre, despierte,
despierte por un momento,
despierte toda la patria
antes que se abran los cielos
y venga el trueno furioso
con el clarín de San Pedro, llorando estoy,
y barra los ministerios, me voy, me voy.”



SEGUNDO VIAJE A EUROPA

También en 1961 viajó a Buenos Aires y de allí a Europa, acompañada por Isabel y Ángel, sus hijos mayores. Participó en el VIII Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, celebrado en Helsinki (Finlandia), entre el28 de julio y el 6 de agosto. Al cual concurrieron 18 mil jóvenes provenientes de 137 países.
Finalizado ese evento, Violeta visitó la Unión Soviética, Alemania Federal, Italia y Francia.
Nuevamente residió en París, esta vez por tres años. Allí trabajó incansablemente. Cantó en La Candelaria y L’Escala del Barrio Latino; grabó discos; expuso sus trabajos; realizó recitales d canto en la UNESCO y en el Teatro de la Naciones.

Año 1962. Violeta estaba en Europa. En Chile gobernaba Jorge Alessandri Rodríguez, que golpeaba al pueblo con alzas y represión. Por entonces creó la artista su canción “La Carta”, en ella denuncia:

“Me mandaron una carta
por el correo temprano,
en esa carta me dicen
que cayó preso mi hermano,
y sin lástima, con grillos,
por la calle lo arrastraron, sí.

La carta dice el motivo
de haber prendido a Roberto
haber apoyado el paro
que ya se había resuelto.
Si acaso esto es un motivo
presa también voy, sargento, sí.

Yo que encuentro tan lejos
esperando una noticia,
me viene a decir la carta
que en mi patria no hay justicia,
los hambrientos piden pan,
plomo les da la milicia, sí.

Por suerte tengo guitarra
para llorar mi dolor,
también tengo nueve hermanos
fuera del que se m’engrilló,
los nueve son comunistas
con el favor de mi Dios, sí.”

Ese año compuso también “Me gustan los estudiantes” Allí exclama:

“¡Qué vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías!
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no le asustan las balas
ni el ladrar de la jauría.
Caramba y zamba la cosa,
¡que viva la astronomía!

Me gustan los estudiantes
que con muy clara elocuencia
a la bolsa negra sacra
le bajó las indulgencias.
Porque, ¿hasta cuándo nos dura,
señores, la penitencia?
Caramba y zamba la cosa
¡que viva toda la ciencia!”

Otra canción que compuso ese año fue “”Un río de sangre”, un homenaje a Federico García Lorca, Patricio Lumumba, Emiliano Zapata y...

“Dejando voy, peregrina,
mi llanto de rosa en rosa
por Vicente Peñalosa
de la nación argentina.
Banderas de popelina
pa recoger tanta sangre,
que ningún viento desgarre
porque han de seguir flameando.
Pues Chile sigue llorando
a Rodríguez y Recabarren,
pues Chile sigue llorando
a Rodríguez y Recabarren”.


También el pueblo mapuche está presente en la obra de Violeta. Le dedicó la canción “Arauco tiene una pena”, donde dice:


“Arauco tiene una pena
que no la puedo callar,
son injusticias de siglos
que todos ven aplicar,
nadie le ha puesto remedio
pudiéndolo remediar.
Levántate, Huenchullán.”


También en 1962 escribió: “Santiago, penando estás”. Allí cantó:

“El niño me causa espanto,
ya no es aquel querubín,
ayer jugaba a la ronda,
hoy juega con un fusil;
no ve la diferencia
entre niño y aguacil,
soldados y polvorín,”


En 1963 compuso “Ayúdame Valentina”, donde dice:

“Qué vamos a hacer con tanto
tratado del alto cielo,
ayúdame, Valentina,
ya que tú volaste lejos,
dime de una vez por todas
que arriba no hay tal mansión,
mañana la ha de fundar
el hombre con su razón,
mamita mía.”

Ese mismo año creó “¿Qué dirá el Santo Padre?”, en homenaje a Julián Grimau, comunista español asesinado por la dictadura de Franco. Allí cantó:

“Mientras más injusticias, señor fiscal,
más fuerzas tiene mi alma para cantar.
Lindo segar el trigo sembrao,
Regado con tu sangre.

¿Qué dirá el santo Padre
que vive en Roma,
que le están degollando
a sus palomas?”

En 1964, expuso en El Louvre sus pinturas, óleos, arpilleras y esculturas de alambre. Fue la primera vez que una artista sudamericana realiza en ese museo una exposición personal.

REGRESA A LA PATRIA


Volvió a Chile en junio de 1965. En la comuna de La Reina, en Santiago, instaló una gran carpa, donde tenía la idea de hacer un centro dedicado al folclore.
En 1966 viajó a Bolivia, donde cantó junto a Gilbert Favre. Regresó acompañado de él. Recorrieron el país, actuando en teatros.
Compuso sus últimas canciones. Algunas de ellas con contenido político, como “Al centro de la injusticia”. En ella dijo:

“Mientras gastan millones en un momento,
de hambre se muere gente que es un portento, que es un portento.
Muchos dineros en parques municipales
y la miseria es grande es los hospitales.
Al medio de Alameda de Las Delicias.
Chile limita al centro de la injusticia, de la injusticia.”


También escribió “Muzúrquica modérnica”. En parte canta:


“Me han preguntádico muchas persónicas
si peligrósicas para las másicas
son las cancióncicas agitadóricas
ay que pregúntica más infantílica,
sólo un piñúflico la formulárica
pa mis adéntricos yo comentárica.

Y he contestádico yo al preguntónico
cuando la guática pide comídica
pone al cristiánico firme guérrico
por su poróticos y sus cebóllicas,
no hay recogimiéntico que los deténguica
si tienen hámbrica los populáricos”.

Otra de sus últimas composiciones fue la refalosa “Cantores que reflexionan”.

Compuso otras bellas canciones como “Volver a los 17” y “Run-Run se fue pa’l Norte”.
y “Gracias a la Vida”. En ésta última canta:

“Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.”

El 5 de febrero de 1967 puso fin a su existencia con un balazo, en la Carpa de La Reina.
Cesó de latir su corazón. Pero su canto, su arte, permanecerá.

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