domingo, 8 de noviembre de 2009

Maiakovski y la poesía

Formalmente considerada, la poesía de Maiakovski se encuentra encuadrada dentro de la tónica general de la poesía europea de los años que precedieron y siguieron a la primera guerra imperialista. Marinetti, con su célebre manifiesto, no había hecho otra cosa que concretar un vago deseo subconsciente de los poetas que les impulsaba a librarse de toda vieja fórmula académica, a conseguir una poesía nueva, una poesía que expresase en su forma externa los inquietantes momentos que el mundo atravesaba. Cesar en la imitación servil a la naturaleza, dominar y no ser dominados por el idioma. Dislocar los conceptos, las imágenes y las palabras, del mismo modo que Picasso y los pintores futuristas descomponían las formas de la naturaleza haciéndolas estallar en una explosión de color.
Entre sus composiciones poéticas más importantes destaca Lenin, escrito en 1924 y leido públicamente por él en la Sala Roja del Comité de Moscú del Partido el 21 de octubre.
Lo redactó para exaltar la personalidad de Lenin, que había muerto en enero de saquel año, y todo en él tiene una carácter de epopeya contemporánea para honrar al dirigente de la revolución de octubre.
Maiakovski definió la poesía como un camino hacia el socialismo. Se consideraba un ser vivo que habla a otra gente viva. Una de sus mayores preocupaciones fue alcanzar un intenso grado de comunicación con las demás personas. Comunicación viva que hace de su poesía un arte declamatorio. Que le induce a recorrer toda Rusia, año tras año, en interminables giras de recitales poéticos. Que convierten su figura en algo semejante a los antiguos rapsodas.
Maiakovski mantuvo una personal relación con los miembros de la escuela formalista rusa, tan reactualizada por el estructuralismo. Relación que influye más o menos conscientemente en la redacción de su poesía, atenta a la construcción misma de la palabra, a las características morfológicas del idioma, al juego de prefijos y sufijos, a la ordenación fonética y a la trama de relaciones que constituyen la palabra y el período verbal. La consonancia de las últimas palabras, la rima, no es más que uno de los innumerables medios de relacionar las líneas; por lo demás, uno de los más simples y rudimentarios. Se puede rimar el principio de las líneas, se puede hacer rimar el final de la primera línea con el principio de la segunda, e incluso con las primeras palabras de la tercera y de la cuarta.
La palabra es frecuentemente en Maiakovski una textura sonora, un volumen verbal, un objeto semiabstracto cargado de valor semántico. Para él la palabra es el fin del escritor. Él es poeta de la palabra viva, oral, ardiente; de la palabra que se rompe, se arroja, se subleva; de la palabra absoluta, que desconoce y desprecia el silencio. Palabra abrupta, rotunda, exaltada y sobresaltada. Palabra manejada como un objeto arrojadizo o un instrumento contundente. Palabra enfática, convulsa de emoción, tensa en el esfuerzo de ser escuchada por muchos oídos.
El gigantismo oratorio de Maiakovskí es como un cataclismo verbal como una invitación a la desmesura, como una fiesta del verbo alentada por el salvaje soplo de una potencia desenfrenada.
La tensión apasionada de esta voz acuñada en los días que conmovieron al mundo encubre, sin embargo, una conciencia rigurosa del valor semántico y fonético de la palabra. Maiakovski era un trabajador del lenguaje. Atento al sentido inmediato de la palabra pero también a su misterio.
Por eso son fundamentales en él la voz, las imágenes, los juegos de palabras.
Voz, instrumento de comunicación, acto vivo de fraternidad y afirmación, inagotable fuente de expresión y sentimiento. Imágenes que agigantan, descomponen, desmesuran el mundo, creando perspectivas y asociaciones maravillosas e insospechadas. Abriendo una ventana de la realidad a la fantasía.
Juegos de palabras que hacen del lenguaje una aventura vertiginosa e imprevisible, que denuncian la realidad reventándola grotescamente, que relacionan esperadamente las oposiciones más convencionales, desintegrándolas.
La palabra no debe describir, sino expresar por sí misma. La palabra tiene perfume, color, alma. Pero el ritmo de la vida cambiado. Todo ha adquirido una rapidez fulgurante, como en una cinta cinematográfica. Los ritmos lentos, tranquilos, regulares de la poesía antigua no tienen ya nada que ver con el psiquismo del ciudadano de hoy. La fiebre es lo que más simboliza el movimiento de la vida contemporánea. En la ciudad no hay líneas redondeadas, regulares, medidas. Los ángulos, las rupturas, los zigzags son los rasgos característicos.
Maiakovski va a deshacer los versos, les va a quitar a veces la rima, el metro, la cadencia, pero, y en esto se diferencia de la mayor parte de los poetas de la vanguardia europea, nunca les despojará de la idea. A través de los fuegos de artificio de sus metáforas y de sus paradojas, queda siempre perceptible un fuego ardiente, amoroso o político, que da, aun sin él quererlo, un tono dostoievscano a algunas de sus composiciones.
Los temas con los que Maiakovski se enfrenta en sus poemas son múltiples y, a veces, contradictorios. En primer lugar, el del amor, y junto a él el de los celos y el suicidio. El amor, el dolor y la muerte unidos, como suelen estar siempre en la naturaleza y en la vida de los hombres. Junto a los poemas de amor, los de combate, bruscos, agresivos, sin ninguna concesión a la retórica, y al lado de éstos, sus poemas satíricos, en los que se enfrenta abiertamente con los que no comparten sus sueños de futuro y pretende destruirlos por medio de los dardos envenenados de su sangrante humorismo. Formalmente quedan las consignas, de tipo político o comercial, concisos y acerados:
El Partido
es una mano con un millón de dedos.
Sin embargo, el valor de los poemas de Maiakovski hay que buscarlo, principalmente, en el tono monumental que sabe dar aun a sus más insignificantes composiciones.
Maiakovski -escribe Ghukovski- sabe cambiar el menor grano de trigo en un monte Ararat. Las imágenes toman en sus versos proporciones que ningún poeta ha sabido alcanzar. Se diría que mira siempre el mundo a través de un telescopio. Por su parte, Angel María Ripellino sintetiza del siguiente modo la labor del poeta: Maiakovski trata al universo de igual a igual. Se coloca siempre a una escala cósmica. Da lo mismo que se enfrente con el problema de la humanidad dolorida, que con los bajos fondos de las grandes ciudades o con una leve aventura amorosa, su verso resonará siempre más allá de los límites de la Tierra, en la inmensidad del espacio.


POESIA DEL POETA OBRERO

En los túmulos de los libros,
donde el verso está enterrado,
cuando encontréis por azar los trozos de hierro de un verso
mío, vosotros,
con estima callada,
tocadlo
como una vieja
pero temible arma.
.........................................
Mi verso
De trabajo
La mole romperá de los años



El Partido
es como
un huracán bravío
en el que voces finas, quedas,
se han unido y fundido;
a su embate,
se quiebran
las fortalezas del enemigo,
como del cañoneo
saltan los tímpanos de los oídos.
Desgraciado del hombre
cuando está solo.
Mal lo pasará,
ninguna batalla ganará,
todo el que posea una fuerza mayor
será su señor
e incluso los débiles
si son dos.
Pero
si en un Partido
se apiñan los pequeños
entonces
¡ríndete enemigo,
y quédate ahí quieto!
El Partido
es una mano de un millón de dedos,
apretada
con vigor,
en recio puño demoledor.
Uno solo es absurdo,
uno es como ninguno,
uno,
por muy importante
que sea,
no levantará
ni una simple
viga de madera
y menos un edificio
de cinco pisos.
El Partido
son
millones de hombros,
apretados, estrechamente,
unos contra otros.
Con el Partido
obras levantaremos
hasta el cielo,
ayudándonos siempre,
elevándonos mutuamente.
El Partido
es la espina dorsal de la clase obrera.
El Partido
es la inmortalidad de nuestra causa entera.
El Partido
es lo único que jamás me traicionará.
Hoy dependiente soy,
pero mañana
reinos del mapa podré borrar.
El cerebro de la clase,
la acción de la clase
la fuerza de la clase
la gloria de la clase,
¡eso es el Partido!
El Partido y Lenin
son hermanos gemelos;
para la madre-historia,
¿quién es más entrañable de ellos?
Cuando decimos: Lenin
es como si dijéramos:
el Partido
Cuando decimos: el Partido
es como si dijéramos:
Lenin.


Amar es arrancarse de las sábanas
Desgarradas por el insomnio
El amor no es un paraíso de dulzura;
es el asalto rugiente de una tempestad
De agua y fuego




Y DE TODOS MODOS
La calle se ha hundido como la nariz de un sifilítico.
El río es voluptuosidad que se prolonga en saliva.
Lanzando su ropa interior hasta la última hoja
los jardines yacen derrengados obscenamente en junio.
Salgo a la plaza,
me pongo en la cabeza
la calle ardiente, como una peluca roja.
Los peatones me eluden con temor: en mi boca
agita las piernas un grito a medio masticar.
Pero no oiré un reproche, no escucharé ladridos,
y habrá flores a mis pies como a los de un profeta,
porque ustedes, narices hundidas, lo saben muy bien:
yo soy su poeta.
¡Vuestro juicio final me da tanto miedo como una taberna!
Pero tan sólo a mí, a través de edificios en llamas,
me sacarán en andas las prostitutas como a efigie sagrada,
y me mostrarán a Dios en su descargo.
¡Y Dios llorará leyendo mi brevísimo libro!
Hecho de temblores en compactado ovillo, no de palabras;
y echará a correr por el cielo estrechando mis versos
y los recitará a sus amigos conteniendo el aliento.

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